Exigirles a los obesos deprimidos que pongan voluntad no resulta suficiente para que se recuperen. Deben ser tratados de manera integral.
Mi padre dejó a mi mamá hace 15 años. Desde entonces está deprimida y engordó 24 kilos. Sólo mira tele, come sin parar y a los 60 años no pone voluntad para cuidarse. Para colmo cree que los remedios para la depresión la engordan.
¿Qué opina? Sabrina J., Goya, Corrientes.
Todas las funciones psicobiológicas del organismo están interrelacionadas en perfecta armonía y, por ese motivo, cuando alguna de ellas se desacomoda inevitablemente involucra a otras.
Un ejemplo es la relación entre obesidad-depresión. Es por esto que no resultó extraño que en el Congreso Americano de Psiquiatría, realizado en mayo pasado en los Estados Unidos, J. Licinio explicara la necesidad de profundizar la investigación sobre el vínculo entre estas dos enfermedades.
El investigador lo justificó con cinco razones: 1) ambos trastornos frecuentemente coexisten en una misma persona; 2) los estudios epidemiológicos indican que la obesidad produce depresión y la depresión, obesidad; 3) los remedios antidepresivos alteran el metabolismo e inducen aumento de peso; 4) el estrés prolongado suele ser un disparador común de ambas patologías y 5) el alto costo económico que tiene para el paciente, la familia y los servicios de salud.
En tal sentido se destaca la importancia de ciertas hormonas que actúan en el sistema nervioso y participan en la depresión y en la obesidad. Por su importancia, una de ellas es la leptina (de leptos, delgado), hormona que se produce en los adipocitos, las células del tejido graso, y que tiene dos acciones: 1) sobre el estado de ánimo y 2) regular el apetito y la termogénesis, es decir, el proceso por el cual se quema la grasa corporal.
En personas sanas y en condiciones fisiológicas cuando aumenta la grasa en el organismo, en forma paralela se incrementa la producción de leptina, que actúa sobre el hipotálamo, frena el apetito y aumenta el metabolismo. Es la “hormona antiobesidad” y ejerce su acción en lugares específicos (receptores) que existen en el cerebro. Además, tiene efectos tranquilizantes y antidepresivos, por lo cual juega un papel importante para tener un buen estado de ánimo.
Ahora bien, si cuando aumenta la grasa corporal se produce más leptina, ¿por qué las personas con sobrepeso y, en consecuencia, con abundante hormona circulando no pueden reducir la ingesta de alimentos y siguen comiendo más de la cuenta? En realidad no deberían tener hambre, pero lo tienen a su pesar. Y es por la existencia de una falla que se llama “resistencia a la leptina”, ya que los receptores de esta hormona no tienen sensibilidad para reconocerla y, por lo tanto, es como si no existiera. Esto significa que hay mucha cantidad pero su función está muy disminuida, y es una razón de por qué las personas obesas comen de más y no tienen sensación de saciedad. Y lo mismo ocurre con el estado de ánimo. ya que tampoco se ejercen sus acciones antidepresivas y tranquilizantes que, incluso, puede inducir manifestaciones opuestas, es decir, angustia y depresión.
Otras hormonas –los glucocorticoides– elevadas en la depresión también producen aumento de peso. Se suman a esto frecuentes trastornos del sueño nocturno –comunes en gordos y deprimidos– que producen el aumento de otra hormona llamada grelina, que estimula el apetito.
Por estas y otras razones, exigirles a deprimidos y obesos que pongan voluntad no resulta suficiente para que se recuperen. Deben ser tratados de manera integral.
Publicado: Dr. Arnulfo V. Mateo Mateo
Fuente: www.clarin.com
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