Según datos publicados el año pasado, el 27% de la
población es fumadora y solo un 20% dejó de fumar para siempre. El organismo no es
rencoroso, por lo que nuestra salud empieza a mejorar 12 horas después del último
cigarrillo. Pasar
de 20 cigarrillos diarios a la nada es un proceso que requiere un ajuste vital
en toda regla. Pero vale la pena. Vamos a narrar desde el primer día en que su cuerpo y mente se alejan del tabaco ¿Se apunta a este viaje
cronológico hacia el bienestar total? El doctor Josep Morera, neumólogo de la Clínica Planas de
Barcelona, nos da el cronograma exacto: En las primeras doce horas hay desaparición de la nicotina en sangre y se han normalizado los
niveles de monóxido de carbono. Es una etapa crítica. Al mismo tiempo, sentirá mal humor, dolor de
cabeza, hasta náuseas e inclusive vómitos. A los tres días la tensión arterial y la frecuencia cardíaca se han regularizado en el caso de personas con enfermedad de base
cardio-circulatoria. Psicológicamente, se sentirá extraño, ansioso y puede que
no logre concentrarse en las actividades simples. No se preocupe ya que es el
episodio más duro. A partir de aquí, todo serán mejorías mentales.
Luego de la primera semana es cuando se empieza a notar la desaparición de la tos y los cuadros de asfixia en los esfuerzos agudos. Si es deportista, despídase de esa sensación seca y abrasante de los pulmones durante el ejercicio físico. El insomnio puede irrumpir en sus noches. La ansiedad no se ha ido, pero cada vez es menor. En la semana ocho los cilios que tapizan el árbol bronquial van recuperando su motilidad y, por tanto, son más efectivos a la hora de impedir la entrada de gérmenes en el organismo. Disminuyen el número y la gravedad de las infecciones respiratorias. La dependencia psíquica también desciende. Todavía se le puede ir la mano hacia una cajetilla de tabaco por inercia, pero será consciente de ese (mal) gesto. Si no ha recaído, podemos empezar a hablar de deshabituación tabáquica.
Luego de la primera semana es cuando se empieza a notar la desaparición de la tos y los cuadros de asfixia en los esfuerzos agudos. Si es deportista, despídase de esa sensación seca y abrasante de los pulmones durante el ejercicio físico. El insomnio puede irrumpir en sus noches. La ansiedad no se ha ido, pero cada vez es menor. En la semana ocho los cilios que tapizan el árbol bronquial van recuperando su motilidad y, por tanto, son más efectivos a la hora de impedir la entrada de gérmenes en el organismo. Disminuyen el número y la gravedad de las infecciones respiratorias. La dependencia psíquica también desciende. Todavía se le puede ir la mano hacia una cajetilla de tabaco por inercia, pero será consciente de ese (mal) gesto. Si no ha recaído, podemos empezar a hablar de deshabituación tabáquica.
A los seis meses los signos de la mejoría física
son cada vez más evidentes. La dependencia psíquica no existe, y la circulación
y la función respiratoria viven un momento notable. Se siente fuerte y
optimista. La sensación de triunfo por haber superado este reto personal ha
alimentado la confianza en sí mismo. Al año el riesgo de padecer una enfermedad
coronaria ya es un 50 % inferior que en los fumadores. A partir de este
momento, usted ya es un exfumador. Se repite a menudo que no debe cometer el
error de "fumar de vez en cuando". Y se ha dado cuenta de que los
cigarrillos no le tranquilizaban, sino que le causaban estrés.
A los cinco años el riesgo de padecer un cáncer de boca, garganta, esófago y vejiga disminuye a la mitad. Es más fuerte, más feliz, vive sin miedo a los efectos de los malos humos y le parecen "una pesadilla del pasado" los años que vivió enganchado al tabaco. Ha pasado una década minimizando riesgos y el riesgo de cáncer pulmón es ahora la mitad del que tenía cuando fumaba. También disminuye el de cáncer de páncreas y laringe. Su cuerpo le da una tregua. Como si nunca hubiera fumado. El riesgo de padecer una enfermedad cardíaca es equivalente al que tienen los que nunca han encendido un pitillo. En hora buena!!!!
A los cinco años el riesgo de padecer un cáncer de boca, garganta, esófago y vejiga disminuye a la mitad. Es más fuerte, más feliz, vive sin miedo a los efectos de los malos humos y le parecen "una pesadilla del pasado" los años que vivió enganchado al tabaco. Ha pasado una década minimizando riesgos y el riesgo de cáncer pulmón es ahora la mitad del que tenía cuando fumaba. También disminuye el de cáncer de páncreas y laringe. Su cuerpo le da una tregua. Como si nunca hubiera fumado. El riesgo de padecer una enfermedad cardíaca es equivalente al que tienen los que nunca han encendido un pitillo. En hora buena!!!!
Fuente: www.diariosalud.net
Publicado: Dr. Arnulfo V. Mateo Mateo
No hay comentarios:
Publicar un comentario